Desde pequeño he tenido problemas para enfrentar las despedidas, el peor escenario al que se me puede enfrentar es el de un funeral, así sea el de alguien desconocido, el hecho del "último adiós", es decir, la despedida definitiva es un concepto difícil de tragar para mi.
Sí, ciertamente racionalizo todos los clichés de que una puerta que se cierra implica que otra nueva se abre. Que un fin, sólo representa un nuevo comienzo. Sin embargo, no logro acostumbrarme.
Todo lo anterior es para contarles que hace un par de semanas cerré el capítulo de azafato Low Cost, la diosa Fortuna tocó a mi puerta para ofrecerme una oportunidad de trabajo en Barcelona, siempre en el área de atención al cliente, esta vez como soporte técnico telefónico para un gigante de la informática (los muy aburridos nos prohiben explícitamente, por cláusula contractual, mencionarlos en blogs). Así que empaqué mis maletas, y me subí por última vez (como azafato digo) al autobus con alas y desde entonces tengo los pies fijos sobre la tierra de la Ciutat Condal.
Como vengo diciendo, no me gustan las despedidas, así que mi partida de RYANAIR (ahora lo puedo decir tranquilamente sin temer consecuencias) y de Charleroi, sólo fue del conocimiento de un reducido número de gente hasta mi efectiva partida, de hecho el grueso de mis compañeros se enteraron al notar mi ausencia en los días sucesivos. No obstante lo anterior, mis últimos 2 días como azafato estuvieron cargados de emotividad.
El penúltimo, porque fu la ultima vez que compartía faenas con Natalia, mi compañera de piso, una castellana que, como decimos en Venezuela, es más buena que el pan, y que todavía no se hacía a la idea de mi imprevista partida.
En cambio el último día recibí, como titulo este post, la mejor despedida, cuando al finalizar el ultimo vuelo se me acerca una señora con edad suficiente para ser mi abuela: "Gracias por haber cuidado de nosotros, espero verle en mi vuelo de vuelta" (cosa imposible por cierto). Esta abuelita, sin saberlo, le puso el broche de oro que cierra esta etapa de mi vida, llena de altibajos (literalmente) y que me hizo crecer inmensamente como persona. A mis lectores agradezco por haberme seguido durante este recorrido, y si me lo permiten, tengo todavía anécdotas para contar, vivencias que el ajetreo cotidiano me impedían de reportar en tiempo real.